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Varios Autores: Democracia sin ciudadanos. La construcción de la ciudadanía en las democracias liberales

Edición de Victoria Camps. Editorial Trotta. Madrid, 2010 (198 pags)

23 septiembre, 2010 por Julia Sáez-Angulo
Catedrática de Filosofía moral y política de la Universidad Autónoma de Barcelona, Victoria Camps nos ofrece la edición de una obra interesante en cuanto a debate y conceptos: “Democracia sin ciudadanos” La construcción de la ciudadanía en las democracias liberales. Democracias gestionadas por mini-grupos elegidos periódicamente, a los que sólo influyen la opinión pública cuando se hace dura o feroz.
Los autores del libro: Mercè Rius, Oriol Farrés Juste, Ángel Puyol, Joan Vergés Gifra, Daniel Gamper, Jordi Riba, Victoria Camps y Marcel Gauchet. Los temas del ensayo van desde “El ciudadano sin atributos” a “La democracia. De una crisis a otra, pasando por “El espacio cívico de la libertad de expresión”.
También aborda un tema muy de nuestros días “Ciudadanos creyentes: el encaje democrático de la religión” de Daniel Camper, en medio de una sociedad de fuerte laicismo beligerante hasta legar al fundamentalismo laicista, que impone filosofías y creencias a los ciudadanos, con la sola diferencia de la trascendencia, respecto a la religión.
“Ciudadanía global y menosprecio de la nación” es otro tema abordado por Joan Vergés, de gran actualidad, en cuanto a presiones y “dogmas” irrebatibles que se pretenden imponer a los ciudadanos en medio de la sociedad democrática.
“Queda mucho por prohibir”
“Queda todavía mucho por prohibir” dice en sus chistes con humor y verdad el humorista Pep Roig. Las democracias se abigarran de normativas, como si con ello quisieran llevar a los ciudadanos al paraíso de la felicidad laica. El camino es establecer senderos cada vez más estrechos para temor y aburrimiento de los ciudadanos. Prohibir el tabaco, prohibir los toros… Prohibido prohibir se ha quedado en el mayo del 68. Legislar y prohibir es una manera en que los políticos mediocres pretenden justificar su sueldo. Ponerse todos “estupendos”, como diría Don Latino, sólo conduce al bostezo.
La política sólo debiera legislar las diferencias y el respeto a los que opinan diferente, de lo contrario generamos celdas carcelarias y estabulado de ciudadanos. El tercer mundo se acaba convirtiendo en territorio de libertad frente al primer mundo excesivamente reglamentado, como dijo el escritor Sánchez Dragó en una entrevista. La Comunidad Europea debiera reflexionar sobre ello.
“El exceso de normativa se acaba mitigando con el incumplimiento” decía Del Castillo mi profesor de Derecho Político. Lo malo es que las sanciones a los incumplimientos se efectúan “ad libitum” en nuestro sistema normativo y judicial. Algo desalentador para el ciudadano que quiere creer en la democracia
En suma, interesa leer el libro editado por Camps, como fuente de documentación para aquiescencia o discrepancia.

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